Los domingos.
Esos días de mierda.
Transición, movimiento.
La inspiración
atascada en uno de esos asientos.
Las horas se deforman,
y no me sirve de nada el reloj.
Los segundos valen doble
jugando fuera de casa.
No soy yo,
es la rotación de la tierra,
que me marea
y hace que me entren ganas de vomitar.
Ya ves,
siempre me mareé en esa autopista.
Desde pequeñita,
cuando íbamos a ver a los abuelos
en bus, porque todavía no teníamos coche,
y yo siempre terminaba vomitando
en una de esas bolsas azules,
mientras mi madre intentaba
hacérmelo más fácil.
Si cierro los ojos durante el viaje,
te puedo describir todas las curvas.
Me la sé de memoria,
y la aborrezco.
Pero es la que siempre me llevo a esa tierra
dónde me esperaba la sonrisa
de los míos.
Se convirtió en necesaria.
Yo particularmente prefiero el tren.
Me da miedo la prisa de la gente.
Pero en el autobús te sientes más segura,
porque es alto,
y grande,
y piensas que en caso de accidente,
seguramente no termine desguazado.
Respiras hondo,
no es tan terrible.
Ahora voy con ella en el asiento de al lado.
Los domingos no son días de mierda. Hoy es domingo y he visto tu comentario en mi blog. Has teñido de colores un domingo gris.
ReplyDelete¡¡¡Aprovecha al máximo su presencia en ese asiento antes de que se vaya por la ventana!!!
Y gracias Mikele. ¡No dejes nunca de escribir! (como si hiciera falta que yo te lo pidiera XD)