No sé, sus ojos eran diferentes, ¿sabes? Tenían ese matiz, y esa sombra de tristeza, y ese brillo tan raro cuando el día era nublado. Le mirabas, y no sabías qué pensar. Quizá ese era el misterio, esa incertidumbre que despertaban, esa magia que se escondía en esa incapacidad de definirlos. Y ella le miraba como un niño mira el mundo cuando empieza a andar por primera vez. Con la misma curiosidad, las mismas ganas de abarcarlo todo, de explorarlo todo. Él sin embargo, parecía no ser consciente de nada. Y no sabía muy bien qué hacer para captar su atención.
Lo único que tenía claro es que estaba preparada para saltar a dónde fuera que le llevara aquello que había empezado a anidar en su pecho. Una explosión a destiempo.
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