Friday, February 21, 2014

Acabé despertando de esa orgía de carne y besos con una resaca que llevaba su nombre. Dejó el sujetador encima de la mesa, y una pequeña nota en mi mesilla de noche: ha estado bien. Esbocé una sonrisa al acordarme de sus ojos mientras me comía la boca como si no hubiera mañana, pero tiré la nota a la basura. Sabía que no volvería a meterse en mi cama. Había sido su error, la excepción de su regla. La delicadeza de dejarme la nota sin embargo me pareció demasiado irónica. Me asomé a la ventana, hacía sol. La habitación olía a ella. No quería apagar su olor con el humo del tabaco, pero tenía un ansia voraz de fumarme un cigarrillo. Lo encendí despacio mientras me acercaba al espejo de mi tocador. Tenía una pinta horrible. El rimmel corrido bajo los ojos, y un arañazo en la mejilla derecha. La noche había sido larga. Pensé que ella estaría realmente borracha para acabar viniéndose conmigo a mi casa. Tenía novio. Uno de esos perfectos, que siempre llevan la barba de tres días, y las camisas atadas hasta arriba. Me reventaba. No se enteraría nunca. Nadie se enteraría. Bueno, eso no era del todo cierto. Yo me había enterado. Me había enterado de cómo sabían sus labios, y de qué forma tenía su espalda, y de cómo gemía cuando le mordías el cuello y casi enloquecía al llegar al hombro. Me sumergí completamente en ella, y descubrí el paraíso en ese pequeño monte, tan suave y tan perfecto que podría haberme vuelto loca del todo. De hecho, creo que en el momento en el que ella puso mi mano en esa zona privada e íntima susurrándome al oído que no tuviera miedo, perdí el norte para siempre. La miré a los ojos y me sentí caer. A sus pies, a su piel, a su precipicio. Y no os voy a contar lo que sentí cuando ella se metió bajo las sábanas, riéndose con esas carcajadas que apagaban el dolor. Había sido completamente mía. Pero las cosas interesantes siempre terminan cuando sale el sol. Joder, que mierda.

¿Por qué se había ido tan rápido? Sin despertarla, sin una sonrisa. Sin regalarle el placer de observarla en silencio durante un instante, retando a los relojes a que se pararan, porque era tan jodidamente bonita que podría quedarse mirándola toda una vida. Dio una vuelta por la habitación, dándole profundas caladas al cigarro. Luego, cogió el sujetador. Pensó que lo mejor sería guardarlo, pero luego se le ocurrió una idea.

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