Leo a Bukowski en el metro,
el mundo no existe.
Ni siquiera ese pedazo de cielo azul
que me hace respirar.
Las palabras se apoderan del
espacio-tiempo.
Estoy leyendo cosas
que escribió hace más de veinte años.
Me remueven.
Sólo consigo parar
cuando esa voz femenina
anuncia mi parada.
Me engancho a esas líneas
como el yonki
al caballo.
La clave está en el movimiento.
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