Salgo del metro en medio
de una marabunta de gente.
Somos zoombies
que caminan con rumbo fijo.
Sin mirar a los lados,
sin cambiar el ritmo,
sin plantearnos el por qué de las cosas.
¿Por qué estamos aquí?
¿Por qué me pesa tanto el alma?
¿Por qué a nadie le importa con
quien comparte el vagón,
con quien sube las escaleras?
Nadie se preocupa por nadie.
Todos metidos en nuestra propia burbuja.
Alienados.
De casa al trabajo, y del trabajo a casa.
Y así día tras día.
Sin un respiro,
sin un hálito de luz,
sin un cambio de sentido.
¿Seré yo tan solo una zoombie más?
¿O el hecho de estar escribiendo
sobre el hecho de ser zoombies
me aleja un poco de esa
zoombie-existencia?
No tengo ni idea.
Sólo sé que a veces me entran ganas de vomitar.
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